[Daniel Chavarría, Lo que dura dura, Barcelona: Ediciones B, 2005. Premio Ciudad de Palma "Camilo José Cela". 220 pp.]
El uruguayo Daniel Chavarría (1933) ha ganado numerosos premios con sus catorce novelas. Cuando en enero de 2005 se le otorgó el Premio Ciudad de Palma “Camilo José Cela”, ya había merecido, por ejemplo, el Dashiell Hammett gijonés (1992) o el cubano Casa de las Américas (2000). Chavarría se define como escritor cubano; no en vano reside desde 1969 en la isla caribeña y ejerce la docencia en su universidad. Habitual de la Semana Negra de Gijón, es, no obstante, algo más que un autor de novela negra.
La trama de Lo que dura dura tiene un núcleo principal de intriga; su retrato del lumpen habanero, su conocimiento de los tráficos clandestinos, del mundo de la hermandad abacuá o del ambiente carcelario sostienen el argumento. Pero la novela quiere también justificar en alguna medida la igualdad revolucionaria que predica el régimen: sus personajes, como arrastrados por el espíritu de la tragedia griega en versión yoruba, afrontan la marginalidad como resultado de un hado inatacable, o bien ascienden los peldaños de la educación oficial y se incorporan con éxito al engranaje social gracias a sus dotes y esfuerzo, independientemente de su color y de su clase. La ausencia de crítica política no excluye un enfoque desprejuiciado y plural de una realidad bastante lejana a la que venden Cubatur o Sol Meliá. Si a una trama ágil y equilibrada –no deslumbrante, pero efectiva– le añadimos una anécdota de partida de gran comicidad, un manejo diestro de los registros lingüísticos, acierto en la caracterización y una gran fidelidad a la función social de los ritos sincréticos afrocubanos, ciertamente nos plantamos ante dos o tres horas de refrescante lectura. Última Hora.
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