Me manda José María Castrillón su poemario reciente, La vieja munición (Santa Cruz de Tenerife: Ediciones Idea, 2005), y la convalecencia me permite leer. Habrá más consideraciones sobre este buen libro, pero de momento me conmueve la lectura del poema "Memorial de la ciudad":
La ciudad
se supo tiempo
en el invierno en que se hizo
necesaria para otros hombres,
más al norte, habitantes del frío.
Y fue humilde.
Levantada sobre el limo
no hizo plaza en su centro la memoria.
Así ha llegado hasta mí
que soy dolor del limo,
frágil acomodo del tiempo,
arrebujado en la necesidad
bajo el mismo invierno.
Siempre el tiempo, siempre la memoria. Y, no sé por qué, yo me he acordado de Gaspar Meana -otro asturiano admirable- y sus dibujos de guerreros que llegan desde mares septentrionales, desembarcan en las playas astures, humillan ciudades, aplacan su frío. Y con Castrillón sé que su frío es también el nuestro. Y nuestra fiebre.
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