Cierro hoy la lectura de Por Fuerteventura, el libro de viajes publicado en 1904 por el lanzaroteño Isaac Viera y reeditado con primor por el servicio de publicaciones del Cabildo de Fuerteventura.[1] De su centenar y medio de páginas, escritas en una prosa decimonónica y amiga de frases hechas y citas más bien necias que a veces llegan incluso a irritar al lector, éste puede, no obstante, entresacar información interesante y, sobre todo, contemplar el dibujo de un ambiente, de un momento histórico irrepetible.
Viera recorre la isla a principios de siglo y aplica en su descripción una ideología utilitarista y enemiga de caciquismos caducos, pero apegada al catolicismo y a lo políticamente correcto de la época. Intelectualmente poco denso, su formación literaria parecería extensa a juzgar por las numerosas y variadas citas (Dante, Quevedo, Duque de Rivas, Cervantes, Iriarte, Fray Luis...), si éstas no se integrasen artificialmente en su discurso ni causasen sensación de erudición vana, justo aquello para lo que las citas nunca deben servir.
Entrevera el autor pensamientos, descripciones de paisajes y tipos, algún episodio cinegético chusco, coplas más bien infames, reflexiones más o menos líricas y noticias biográficas de personajes de la historia y la actualidad majorera de entonces, sin excluir fragmentos próximos a los ecos de sociedad. Destacan las anécdotas narradas acerca del doctor Tomás Mena y Mesa, pero el periodista conejero también se detiene en el político Ramón F. Castañeyra, el industrial José Franchy del Castillo, el banquero Juan Rodríguez y González, etc. El discurso, no muy homogéneo, va y viene continuamente entre la tópica alabanza de aldea, por un lado, y una decidida confianza positivista en la ciencia y en el progreso económico, por otro.
Denuesta Viera la figura del antiguo cacique que se opone a las libertades, ejemplificada por Agustín Manrique de Cabrera, en cuya familia fuera hereditario el coronelato de la isla hasta el siglo XIX. Elogia encendidamente, en cambio, a elementos sobresalientes de la burguesía rampante como Ramón F. Castañeyra (el buen cacique del profesor Navarro Artiles) en Puerto del Rosario, Tomás Mena y Mesa en La Ampuyenta o Pedro Cabrera Brito en Pájara; al último lo llama “factotum de la política” en el sur de la Isla y “hombre que por su propio esfuerzo logró levantarse sobre el nivel de sus convecinos”.
Escribe en la página 67: “Contando, como cuenta Fuerteventura, con esas materias primas, las personas que imprimen la marcha del progreso de esta región hacen bien en trabajar de consuno por el mejoramiento de la clase proletaria y por el desarrollo industrial de este pueblo... Ese noble batallar de las clases directoras en pro de los intereses populares...”, etc. La nítida distinción entre artífices y beneficiarios del progreso y el entendimiento de la relación que existe entre ellos como filantrópica y, por consiguiente, no como algo justo ni exigible, remiten a épocas y regímenes remotos que los libros de historia incluyen en sus índices bajo el epígrafe Despotismo ilustrado.
Parece convencido don Isaac de la importancia del papel del notable, al estilo del grande hombre de Sarmiento o el héroe de Carlyle: el personaje que, por la sola virtud de su pronunciada personalidad y gracias a su natural generoso, determina el progreso de un pueblo. No nos debe sorprender que Viera mantenga semejante simpleza so capa de progresismo en torno a 1900: cien años más tarde, en Fuerteventura hay quienes aún confían los destinos políticos de la colectividad a la que pertenecen al más atroz personalismo, como si las ideologías -y las urnas- no existiesen.
Todavía hoy es oportuno recordar que los cargos públicos no regalan graciosamente nada, sino que invierten la hacienda pública, que proviene de los impuestos de todos, con la obligación de emplear criterios de equidad y de adecuación al beneficio de la comunidad. Son nuestros empleados, no nuestros padres. Canarias 7 Fuerteventura.
NOTAS
[1] Isaac VIERA, Por Fuerteventura (pueblos y villorrios), prólogo de J. Franchy y Roca, Puerto del Rosario: Cabildo Insular de Fuerteventura, 1999; reproducción facsimilar de la edición de Las Palmas: Imprenta y Litografía de Martínez y Franchy, 1904.
buena entrada, no conocái la existencia de este libro...
ResponderEliminarsi quieres conocer más de la Fuerteventura de aquellos tiempos y sus gentes, hay otro libro: Fuerteventura, 1884, de Olivia Stone que en cuanto a contenido me pareció muy interesante, literariamente no sabría decirte, pues es un libro de viajes...
saludos!